martes, 7 de abril de 2009

BUNKER II.

Si hace 3 meses la preocupación de que desapareciera del mapa era latente, hoy es un hecho. Bunker Café, mi amada y añorada cafetería ha dejado de latir. Me siento tan culpable de haberla abandonado, tan culpable y cómplice de su desaparición. El paso de los días me hace entender que no hay sabor comparable, la gente y los espacios no saben a ti. Extraño las mañanas soboreadas con olor amargo en el paladar, atestiguar el ir y venir de las preocupaciones andantes de los oficinistas o las extensas expresiones de carnaval para saludar a los ajenos. Bunker, refugio hasta de mis propias ideas bélicas sentimentales. Los molinos, las tazas calientes y manteles, los botes con polvo-químico aroma chocolate, chai y fresa, las crepas suaves y calientes se han hecho a un lado para dar espacio a una modernización mental y de utensilios laborales que se resumen ahora en computadoras y papel, generando un nuevo anclaje que por naturaleza es más frío, sólido, rígido y solitario. Maldita la hora en que te vendí, tal cual mercenenario de cabaret. Bunker: te entregué y junto a ello, el universo de personas que te dieron vida y que lentamente se han ido desvaneciendo en la línea temporal de mi existencia. Bunker: Te pedí un día que me dejaras probar otros sabores en mis sueños, sin embargo, hoy, solo deseo regresar para degustar de nuevo la vida junto a ti.




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